El rincón de los libros sin leer...

Foto de Ian Kahn

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Hay un rincón en mi casa que rara vez se ocupa. Queda casi en la entrada, cerca de la puerta principal, en el pasillo. Es el área del librero, la estantería... el rincón donde los libros descansan mientras el mundo los olvida. La madera cambia, se renueva, pero los libros acumulan tanto polvo como quieren y se aferran a la tierra rebelde que entra sin permiso por la puerta. Era mi lugar preferido de niña. Me sentaba en el piso del pasillo y hojeaba obras que tanto me enseñaron, que me mostraron dónde clavar la imaginación como estandarte y la lectura como entretenimiento.

Hay un rincón en el único centro comercial de mi ciudad donde los libros se apiñan, se rematan y casi se regalan. La etiqueta del precio en la parte posterior es una bofetada en la cara del autor y un alivio para mis bolsillos. Pasan desapercibidos por la mayoría, al fondo del segundo piso, menos para mí y para un reducido numero de personas que aprecian más la lectura que la música estrepitosamente que suena por los altavoces.

Somos los parias de la nación que no lee. Los raros que buscamos en libros los que la televisión no nos puede enseñar con sus infinitos recursos. Somos los que nos refugiamos en el olor que emana de aquellas gastadas páginas. Los que buscan en un rincón olvidado de su casa o el supermercado un libro huérfano para adoptar, para que sus palabras no pasen desapercibidas jamás, para que se conviertan en algo en medio de la nada.

¡Bienvenidos a "El rincón de los libros sin leer"!